?Cuando me encuentro con alguna idea que no es de este mundo, siento como si se ensanchara este mundo?
Antonio Porchia
Un solo libro. Voces multiplicadas. Una voz. Un hilado de ecos que se niegan a apagarse y entraman su conversación con el pensamiento. La obra coral de una razón atravesando por sus diversas zonas, recorriendo sus paisajes de belleza párama.
?La piedra que tomo con mi mano bebe de mi sangre y palpita?
La escritura de Porchia es incómoda de clasificar quizá por que su poesía se contrapone naturalmente a varias décadas de arquitectura poética en torno a la inflamación del sentimiento, sentido o no, a los estereotipos de la poesía enfática en todas sus variantes, que acumula adjetivos, epítetos, imágenes. En fin, a cualquier tipo de arquitectura que no sea más que el muro desolado que se erige frente a los ojos.
Las ?Voces? desbordan el aforismo y lo acercan al género poético. Algunas de ellas parecen concordar, por su brevedad y por su sugestión, a los haiku y esa no es la única analogía con las culturas orientales. Ya E. S. Merwin, quien lo editó en Francia en 1969, hizo notar las similitudes con elementos del budismo y el taoísmo, sobre todo en lo que se refiere al retraimiento del yo para hallar a este incorporado a las cosas, participante del mundo e inmerso en lo que, sólo con su razón, no podría aprehender
?Toda cosa existe por el vacío que la rodea?
?Quien se queda mucho consigo mismo, se envilece?
?En plena luz no somos ni una sombra?
De más está decir que Porchia se encuentra lejos de caer en la banalidad que algunos asocian y fusionan con ciertas premisas orientales que derivan hacia lo peor del género de autoayuda. Basta compararlo con José Narosky, esa usina de amor bobo y ?buenaondismo? exasperante.
La mirada de Porchia se despoja hasta sólo quedar ella frente a las cosas, frente a los enigmas. Nada deja que pueda llegar a obturar el misterio de antemano. Ningún prejuicio que ocupe el lugar de la razón. La arquitectura de sus ojos es desconstructiva . Pero la indigencia de su mirada encierra el palacio de la intemperie. Porchia sería la contraposición de lo que Jacobo Fijman, hablando sobre la locura, bautizó como ?el camino más alto y más desierto?. La deslumbrante lucidez de Porchia sería el sendero más llano y más desierto. La lucidez del hombre que mira con el largo y el ancho disponible de sus ojos y que entiende perfectamente su lugar en el mundo, que contó los pasos que hay hasta su propio horizonte, que sabe exactamente el territorio vasto de su ignorancia y sin embargo esta amplísima oscuridad no logra encarcelarlo ni disminuir su valor. Como escribió acertadamente Aldo Pellegrini ?sólo la experiencia del sufrimiento y la soledad exasperados fecundando a un espíritu de la más extremada pureza puede lograr una obra como la de Porchia?.
En cuanto a su escritura, el mismo ascetismo, la palabra común sin el auxilio del ?brillo?, el pensamiento puro sin ningún adorno. Porchia dice mucho escribiendo muy poco, dándole a la palabra llana su lugar perdido en los diccionarios de las que deberían ser las palabras de la poesía.
Sus ?Voces? encierran una parte de la riqueza de este mundo, la del hombre intrigado con los límites que éste le plantea, que se somete a su revisión porque se sabe atrapado por ellos:
?Yo también tuve un verano, y ardí en su nombre?
?El amor, cuando cabe en una sola flor, es infinito?
Desde una buscada y casi absoluta precariedad de recursos concibe esa humilde enciclopedia del desamparo que son sus ?Voces.
Es el hombre que es nada y es todo, que no tiene ninguna especialización que mostrar salvo la de ser hombre. El hombre que intuye que una de las formas de enfrentarse a los abismos de la razón es desnudo, para dejarse vestir por el abrazo del misterio, que es quedar aún más desnudo. Sus ?Voces? indagan en el corazón de los enigmas que se espinan en el hombre y lo llevan a estar un paso ?adentro? de esos enigmas, ensanchando el mundo, volviendo territorios vírgenes partes de él.
Algunas voces al azar:
?Vengo de morirme, no de haber nacido. De haber nacido me voy?.
?Cien hombres juntos son la centésima parte de un hombre?.
?Hallé lo más bello de las flores en las flores caídas?
?La fe, cuando se pierde, se pierde por donde nace?
?La materia, solamente materia, no es palpable?
?Cuando haya dejado de existir no habré existido nunca?
?Todo es nada. Pero después. Después de haber sufrido todo?
?Mi alma tiene todas las edades, menos una: la de mi cuerpo?
?Cuanto vuelve, no vuelve todo, ni aún volviendo todo?
?Cuando me llaman mío, no soy nadie?
?Ya no bastan a tu sangre las viejas heridas. Y es difícil abrir nuevas heridas. Y tu sangre se ahoga?
?Todos los soles se esfuerzan en encender tu llama y un microbio la extingue?
?La montaña que he levantado me pide un grano de arena para mantenerse en pie?
Para poder leer más ?Voces? de Antonio Porchia ver www.antonioporchia.com.ar donde además se ofrece un excelente material sobre este autor, incluyendo el audio de algunas voces.