En otra época, ir a la playa era lo máximo. Uno podía meterse tranquilamente en el agua, nadar, pasarla bien...
Pero todo eso cambió.
Ahora es imposible hacerlo sin antes controlar que no haya alguna aleta dorsal acechando por los alrededores, a la búsqueda de bañistas incautos.
Es que hace treinta años Tiburón emergía desde las profundidades, y las cosas nunca volvieron a ser lo que eran.
?El gran pez se movía silenciosamente a través de las aguas nocturnas, propulsado por los rítmicos movimientos de su cola en forma de media luna?.
Así comienza Jaws (en castellano, ?Mandíbulas?), la primera novela del ex periodista Peter Benchley. Contaba la historia de Amity Island, una pequeña comunidad costera que se convertía en el coto de caza de un monstruoso escualo. En medio de un clima de terror aparecen el jefe de policía Martin Brody, el ictiólogo Matt Hooper, y Quint, una suerte de Ahab contemporáneo. Los tres salen a enfrentar a la amenaza acuática, arriesgándose a no salir con vida.
El éxito del libro fue instantáneo, y la idea de convertirlo en película no se hizo esperar. Universal compró los derechos para adaptarlo a la pantalla grande, de la mano de la exitosa dupla de productores David Brown-Richard Zanuck, que venía de ganar un Oscar por El golpe (The Sting, George Roy Hill, 1973).
El director que iban a contratar originalmente (se desconoce su identidad) fue descartado: según Benchley, no lograba diferenciar a un tiburón de una ballena.
Por lo tanto, el trabajo recayó en otra persona.
Y no en cualquiera.
A mediados de los ?70, Steven Spielberg era un joven y ascendente director de series televisivas como Columbo y Galería Nocturna. Su primer gran hit salió en 1972. Reto a muerte (Duel), esa joyita acerca de un conductor acechado por un misterioso camión a lo largo de una carretera semidesierta, fue hecha exclusivamente para la televisión estadounidense, pero en el resto del mundo se estrenó en salas cinematográficas.
Su primer largometraje en cine se llamó Loca Evasión (The Sugarland Express, 1974), y pese a ganar un premio en Cannes, fue un fracaso comercial. Sin embargo, Brown y Zanuck, también productores de ese film, reconocieron el potencial de Spielberg y decidieron encargarle su flamante y ambicioso proyecto.
Desde el vamos Spielberg dejó en claro su visión de la película. Para empezar, las escenas del tiburón atacando a los protagonistas se rodarían en mar abierto y no en una pileta especial, ya que buscaba transmitir una sensación de realismo. Por la misma razón (y porque sabía que la verdadera estrella del film sería la criatura) optó por contratar actores poco conocidos pero buenos. Mientras que el estudio pretendía a Charlton Heston y otras estrellas del momento, Steven eligió a Roy Scheider como Brody, al por entonces novato Richard Dreyfuss en el rol de Hooper, y a Robert Shaw para el papel de Quint. Se dice que primero le ofreció el rol a Lee Marvin, quien rechazó la propuesta con un ?prefiero cazar tiburones en la vida real?.
Asignado ya un presupuesto de tres millones, todo parecía listo para filmar.
Pero ni Spielberg ni su equipo imaginaban el caos venidero.
El rodaje comenzó en mayo de 1974, y fue de todo menos tranquilo.
Richard Dreyfuss lo dice cada vez que le toca hablar del tema: ?Empezamos a filmar sin el guión terminado, sin elenco y sin tiburón?.
Pero vayamos por partes.
Lo fundamental en toda película es el guión. Es la espina dorsal de todo film, la prioridad. O eso se supone, porque las producciones millonarias suelen dejarlo para lo último.
Tiburón no fue la excepción.
El primer borrador del guión fue escrito por el mismo autor de la novela, pero sufrió cambios por medio de diferentes escribas. Además de Spielberg, pasaron el futuro director John Milius y, sobre la fecha de inicio de la filmación, ingresó Carl Gotlieb. De hecho, por las noches el director, los tres protagonistas y el guionista se reunían a ensayar y armar las escenas que se rodarían al día siguiente.
Para Robert Shaw, ?Tiburón no estaba basada en una novela. Era una historia escrita por un comité?.
Otro gran problema fue el tiburón propiamente dicho. El terror de las aguas era un ejemplar mecánico de tamaño real, diseñado por Robert Mattey, el mismo del calamar gigante de 20.000 leguas de viaje submarino (20.000 leagues under the sea, Richard Fleischer,1954). El director lo bautizó Bruce, en honor a su abogado, ?un sujeto voraz?. El robot debía ser remolcado por partes hacia el mar y manejado por un sistema hidráulico de una lentitud escalofriante. Además Bruce se rompía fácilmente y terminaba hundiéndose en las profundidades: un grupo de buzos debía bajar a buscarlo y, como consecuencia, el director y su equipo perdían jornadas enteras en alta mar, regresando a tierra sin nada o con apenas algunos segundos de filmaciones aceptables.
?Tiburón fue mi Vietnam?, contaba Spielberg. ?Éramos básicamente gente inocente contra la naturaleza. Y la naturaleza nos vencía todos los días?.
El cronograma original de rodaje, de cincuenta y cinco días, se extendió a más del doble. Y ni hablar del presupuesto. Los ejecutivos de Universal se habían puesto bastante nerviosos. Ya se hablaba del posible despido del director.
?Escuché rumores provenientes de Hollywood que decían que nunca trabajaría de nuevo, porque nadie se había pasado cien días de la fecha prevista para terminar el trabajo. Y menos un director cuya primera película había fallado en las taquillas?.
El rodaje culminó en septiembre de 1974, con un presupuesto que quedó en diez millones (mucho dinero para la época) y Spielberg hecho una ruina humana.
Pero aún faltaba la postproducción.
El primer corte de la película no le gustó a nadie. Muchas tomas no pegaban debido a la falta de continuidad, y el tiburón se veía falso, como el montón de polietileno y madera flotante que en realidad era. De modo que Spielberg hizo un cambio de planes. Tomando El enigma de otro mundo (The thing, Christian Nivy, 1951) como modelo, el director y la montajista Verna Fields armaron un film sugestivo, basado en la utilización de tomas subjetivas de la bestia y planos de la aleta cortando las aguas. Recién aparece ?y de golpe? en la inolvidable escena en la que nuestros héroes intentan atraerlo con restos de peces.
Por lo tanto, no presentar al monstruo desde el principio fue casi una decisión de último momento. Sin embargo, Spielberg ya lo había utilizado en Reto a muerte, en la que nunca vemos al chofer del camión, y lo repitió en Jurassik Park (1993); recordemos cómo va presentando al Tiranosaurio y a los Velocirraptores.
La película no estuvo completa hasta que a las imágenes se les sumó la inolvidable y todavía hoy aterradora partitura de John Williams.
Tras una exitosa proyección de prueba en Texas, el film se estrenó masivamente en Estados Unidos en mayo de 1975.
El primer fin de semana recaudó poco más de siete millones. Cuenta Spielberg, quien sólo contaba con ¡veintisiete años!: ?Me quedé esperando que a la semana siguiente cayera la recaudación y no pasó: subió y subió?.
Al final terminó rompiendo la barrera de los cien millones y se convirtió en un suceso mundial. ?Parece como si pusieras en adopción a tu hijo y millones de personas decidieran al mismo tiempo que quieren adoptarlo. Y vos sos el orgulloso ex padre?.
Además, Tiburón fue nominada a varios Oscar. Ganó los premios a la mejor música, mejor edición y mejor sonido. Incluso fue nominada como mejor película, pero perdió con Atrapado sin salida (One flew over the cuckoo´s nest, Milos Forman, 1975).
Después del estreno Spielberg compró una casa junto al mar pero, según John Milius, tardó años en meterse al agua. Al parecer, creía que los tiburones, furiosos por la mala fama que les hiciera la película, ejecutarían una feroz venganza contra el joven y exitoso director.
La importancia de Tiburón es innegable y se siente hasta hoy:
¡Ah! También generó tres secuelas que no importan demasiado. Más interesantes y divertidos son algunos de sus subproductos, como Pirañas (Piranha, Joe Dante, 1978) y Alerta en lo profundo (Deep blue sea, Renny Harlin, 1999).