El 13 de junio, como todos los años, se vuelve a celebrar en Argentina el Día del Escritor.
En medio de un contexto de pseudodebates sobre la figura de las nuevas figuritas en la literatura nacional, sobre quién es hijo de quién y quién reclama la paternidad de quiénes otros, nadie se detuvo un segundo y se preguntó: ¿cuál es la importancia de escribir? Y más aún, ¿por qué entre todos los días del año, tan numerosos por cierto, y con tantos acontecimientos importantes con referencia a la literatura, nuestro día del escritor está consagrado a celebrar el nacimiento de Leopoldo Lugones, escritor polémico si los hay?
¿O será que tanto exigir el lenguaje con tanta palabrería y debate tiene su origen en esta figura emblemática por la cual nos celebramos todos los escritores? Entonces la respuesta es que sí. Está bien que discutamos las superficialidades. Está bien el debate sobre la pelusa literaria. Como si realmente todos fuésemos escritores tan leídos en una sociedad tan lectora como para rasgarnos las letras en torno a quién es vanguardia y quién no, en torno a quién es más freak hoy en día.
En realidad, de lo que se debate, como en cualquier debate, es sobre el poder. Quién manda. Quién vende. Quién es mejor. Realmente hoy en día, más allá de nosotros los escritores, manda el sistema editorial. Manda el círculo de poder tras el sistema de ventas y de las editoriales.
Hay verdades insoslayables en nuestro ambiente literario: la poesía no vende, no editamos poetas noveles ni vivos. En todo caso, importarán los muertos y qué dejaron (como en el último año ocurrió con nuestro gran Gianuzzi). Además, cada día uno siente mayor desconfíanza de los concursos literarios (caso Piglia de por medio como prueba que, por lo menos, ensucia más la cancha). Además, hoy es cada vez más característico en nuestro universo literario el papel de los ?escritores-editoriales? con su capacidad voraz de producir y producir, escritores de un-libro-cada-ocho-meses, infectados con el síntoma Benedetti, como si no pudiesen aguantar las palabras que hay en ellos, esa necesidad de volver y refritar todo lo que hacen o alguna vez hicieron. Además, cualquier cosa es best-seller si se la sabe promocionar, si se la sabe transformar en noticia. No nos pertenecen nuestras palabras una vez que el libro está publicado, las palabras se manejan (eso es lo fascinante del lenguaje, y de la construcción de poder), y así se maneja una lista de ?los más vendidos?, así se manipula al lector. Además, y además y además?
Esto no es una crítica desde el margen (a todos nos gustaría tener ese respaldo editorial y pulular en las listas de ventas) sino un visión objetivante de una realidad innegable. Entonces, dejemos los debates para las escenografías de los programas de espectáculos y debatamos realmente sobre temas que signifiquen. Por qué se lee tan poco, por qué no se educa en la lectura, por qué cuesta tanto publicar, por qué se publica cualquier cosa. ¿Qué vale más: el nombre o la palabra?
Ahora, volviendo al tema día-del-escritor-lugoniano, basta decir que en este país en donde todos los días aparecen tantas cosas por mejorar, podríamos también preguntarnos o buscar, simplemente, algún personaje ?de los miles que determinaron la literatura argentina? que nos represente mejor a todos. Por lo menos, alguno cuyas letras representen el valor de nuestra literatura, y que sean también más acordes con nuestro tiempo. O mejor aún, quizá, hasta se podría celebrar todos los años un día del escritor diferente, porque no vamos a encontrar a alguien que nos represente a todos por igual. Tampoco sería propio reducir nuestra literatura a un solo escritor, cuando la literatura de una sociedad se conforma con los aportes de todos aquellos que marcaron y marcan el camino día a día.
En cuanto a Lugones, mejor hablar de ciertas cosas; mejor, poner en duda, cuestionar cuánto significa su figura para todos los escritores.
Adrián Desiderato, poeta, escritor, periodista, vivo, integrante de aquel grupo literario ?El Ladrillo?, tan importante para los que hoy intentamos escribir, tiene un poema sobre Lugones. Y como no hay motivos para volver a escribir, firuletiando, algo que se puede citar, lo citamos:
Se suicidó con cianuro como una sirvienta.
Leopoldo Lugones
(sobre Horacio Quiroga, un año antes de suicidarse
con cianuro en un recreo del Tigre)
Caen
en el río
ramas, remas. Rimas romas rumias,
en tanto; rameras raras, caras, taras
de tu lenguaje, paje
de la rima y el metro, vade
retro, vate, veta
tu bata de vetustos velámenes.
¿Rezas, rizas, rozas
razas con tu palabra? ¿Ruzas, acaso? ¿Tienes
un hígado, riñones, o eres apenas eras
un hombre de papel, de chocolate,
rimador con ardor, entelequias y exequias?
¿Un facho, un aristócrata?
Recórcholis o córcholis, y plácemes
por habértenos muerto, Grasa, gracias
thank you, merci beaucoup, danke schön, o brigado,
Leopoldo, Leopold, Leo
para los íntimos, los últimos
espasmos del cianurochasqueando en el estómago,
rompiendo en la rompiente de algún riacho del Tigre,
ricacho el corazón, cayéndose y callándose,
roto en whisky.
¡Qué pálida Leopoldo! Digo
qué pálidas tu frente, tu remera.
Vos también con cianuro, ¿viste?, whisky
rima que rima con cianuro la muerte.
Ya sos libre, Poema, corre, corre,
Canta tu libertad, la que te canta.
Ha muerto el remador, el rimador,
el timador han muerto.
¡Qué cursi, con cianuro, como cualquier sirvienta!
Facistas de todo el mundo,
uníos
en torno a su tumba
y honradle y recordadle, mas
mentid, mentad
-para orear su menoria-
que se pegó un balazo por amor,
por desamor que se infatuó en el río.
Del trago de cianuro, ¡nada a nadie!
¡Heil, herr Leopoldo! Ay,
muerto y requetemuerto, donde estés
aguado o enterrado, ensombrecido,
un Sol que no es más tuyo
te calcina.
Sol sólo de Mishima,
solo de Yukio al Sol,
el Sol Naciente
con que blandes tu espada
de puro samuray, a puro filo,
la fe de kamikaze con que te abres al mundo.
¡A cucha, el Febo lugoniano!,
pelado y con peluca, maquillado
con rimas, rimmel, ramas
caen en el río, ranas, ruinas,
oh Sol de Leopold puesto en su poniente.
Desde tu barca, Parca, Mishima ve pasar
-espada en alto- el vaso
con restos de cianuro, ve flotar
-inerme en la corriente-
el cadáver atento que lo sigue,
hinchado ya y aún atormentado.
Oh rimas, runflas, residuos, escamochos
Que chocan contra el casco. Asqueado,
Mishima retrocede,
maldice el cuerpo de Lugones que devoran los peces
y se hace el hara-kiri.
Quiroga ha vuelto el rostro y espía desde la selva.
(Adrián Desiderato, Prosas presas y poemas en fuga, Ediciones del valle, 2001).