Uno puede hacer como el arquitecto Breuer. Se trata de comprar unas cuarenta linternas potentes, rezago de guerra, en un negocio de ultramarinos. Luego, con paciencia y precisión, se alinean las linternas apuntando al techo. En cada una se agrega un cono que convierta la luz difusa de la lámpara en finos haces compactos, emulando pequeños reflectores antiaéreos.
Después, basta con dejar la habitación a oscuras para que surjan ante nuestros ojos las cuarenta columnas de la pequeña catedral de luz.
O podemos dejarnos llevar por Gabriel Bellomo. Él recorre los márgenes del Río de la Plata en busca de formas transitorias: viajes, agua, trazos inciertos, muerte, médanos, soledad, nostalgia, caracoles, padres, hijos, amores y despedidas. Y con esas formas transitorias ?como finos haces de luz? construye los seis cuentos de su libro, reciente ganador del Premio del Fondo Nacional de las Artes (2005).
En Formas transitorias no hay floreos de vanguardia, ni pistas al lector en el primer párrafo, ni finales martillo que uno pueda espiar por adelantado. Porque los cuentos son pequeñas catedrales de luz, pacientes y precisas, que se van formando columna tras columna, página tras página. Hasta que Bellomo, en el final de cada cuento, nos deja a oscuras y a solas con la obra consumada, la alineación perfecta de las formas transitorias.
Y así como cada párrafo nos prepara para el final de cada historia, así también la lectura de los primeros cinco cuentos es un camino que nos arrastra al clímax rotundo del último: ?Tesis?.
Pero tarde o temprano el libro se nos agota entre las manos y llega la hora de alejarnos de esa Buenos Aires portuaria y pujante del ?50, de ese Montevideo sepia, de la Patagonia refugio de soledades. Entonces, nos queda cierto resabio de tristeza alla Chejov, esa que evocan los buenos blues. Y el único remedio acaso sea un whisky añejo, o algún habanito holandés, o la relectura gozosa de cualquier buen cuento de Formas transitorias.
Gabriel Bellomo nació en 1956 en la Capital Federal; y actualmente vive y ejerce sus profesiones de abogado, docente y asesor en la ciudad de Moreno, en el Gran Buenos Aires.
Historias con nombre propio (1994) y Olvidar a Marina (1995), fueron sus primeros libros de cuentos publicados y formaron parte de la colección ?Los oficios terrestres? de la editorial Libros de Tierra Firme. Ya en 2001, publicó un tercer libro de cuentos, Marea Negra, en editorial Simurg. En 2004 se incluyeron relatos de su serie inédita ?Seres de entreguerra? en la antología de microrrelatos En frasco chico, de Ediciones Colihue.
Escribió también reportajes y ensayos para la revista cultural Diógenes. Aún no se han editado sus novelas Línea de fuga, La draga, y El informe de Egan.
Formas transitorias es su obra más reciente; fue publicado por editorial Simurg tras haber obtenido este año el primer premio del Fondo Nacional de las Artes.