En una época que proclama la muerte de los ismos, tal vez en busca de la dudosa paz del llano, es inquietante leer la primera página de Cuentismo Puro (Elaleph.com, 2006). Porque en el espacio reservado a las dedicatorias, Rodríguez Vanner prefiere advertirnos: ?A la arrinconada secta de la reflexión y el buen gusto??.
Es el pie para que nos encontremos con su primer libro de cuentos. Y es de encuentros que están hechas las catorce historias. Pero no hablo del choque evidente del conflicto literario, hablo de la piedra que dibuja ondas sutiles en la corriente.
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Y estos cuentos, como los encuentros, llevan la energía de personas (ya no personajes) y la atmósfera íntima de la extinta filosofía de café un día sepia de garúa. Por un instante, Rodríguez Vanner nos invita a la mesa a escuchar anécdotas que podrían haberle sucedido a él, o a un amigo que se lo contó al mudo que se lo contó a un tipo que se lo contó a él.
Cuentismo puro cierra con la arenga ?Volveré?, prefigurando un siempre próximo encuentro.
Sin embargo yo no estaría tan seguro, parafraseando a uno de los personajes que cita a Heráclito, tal vez lo correcto sea decir que repetir el encuentro es imposible, pues quien lo vive y quien lo recuerda ya no son la misma persona.