Historias de
Carlos Adalberto
Fernández
Carlos Adalberto
Fernández publicó con
anterioridad a éste dos libros de cuentos ("Mundos orilleros" y "Amores,
dolores, rencores") y uno de poesía ("Poesía alerta") El que hoy nos ocupa sería
la culminación de una serie de cuentos que escarban con mirada sociológica y al
mismo tiempo visceral, desde adentro, las conductas de personajes de una Buenos
aires que se ha vuelto ciudad y, al mismo tiempo, estas historias del Bajo se
complementan con poemas de un libro que sería el primero de la segunda dinastía:
"Poetangos y lamentos".
"Mundos orilleros" ya reflejaba en toda su dimensión
tragicómica el ir y venir de guapos, esos herederos del gaucho, cuya cultura
defensiva no es placentera sino una disciplina que no se puede obviar, una
especie de destino al que hay que someterse sin ni siquiera tener la conciencia
de que es así. En "Amores, dolores, rencores" los migrantes ya no están en la
orilla, han invadido Buenos Aires y se han alojado en pensiones, hoteles
pajareras, villas al lado del centro. El autor dice que pinta: "errantes
individuos buscando armar, recuperar o levantar una familia, un lazo con algo,
un vínculo aunque más no sea para la reunión de los domingos." Este libro viene
a cerrar el círculo de estas historias de la aldea de Carlos Adalberto porque
ésta es la Buenos Aires de él, la del Bajo (Corrientes, Alem, la Recova), aldea
que evoca de una manera que no es apología ni crítica sino un zambullirse en
prototipos que le han marcado la memoria y lo han sensibilizado hasta darle su
sangre para convertirlo en un escritor de primera línea que maneja su oficio con
estupenda autoridad. Porque al adentrarse uno en las páginas de los libros de
Carlos va desapareciendo el sociólogo o cronista (o, por lo menos, no se los
nota aunque evidentemente están) para aparecer el narrador que suelta toda su
creatividad y nos lleva donde quiere y el poeta que, sin abandonar del todo al
narrador, vuelca sus sentires con imágenes, metáforas y rimas. Porque estos
personajes que son los herederos del gaucho y los desarraigados de su contexto
inicial se convierten, en la pluma de Carlos Adalberto, en la esencia de los
cuentos y viven su pirueta tragicómica terminando la mayoría de las veces mal
pero algunas veces bien.