https://www.elaleph.com Vista previa del libro "El abanico de Lady Windermere" de Oscar Wilde (página 5) | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Martes 29 de abril de 2025
  Home   Biblioteca   Editorial      
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas 1  2  3  4  (5)  6 
 

LADY WINDERMERE.- Ha sido usted muy buena duquesa, en venir a contarme todo eso. Pero no puedo creer que mi marido me sea infiel.

DUQUESA. - ¡Ay, hija mía! ¡Así era yo antes! Ahora sé ya que todos los hombres son unos monstruos (LADY WINDERMERE tira de la campanilla.) Lo único que se puede hacer es dar bien de comer a esos bandidos. Un buen cocinero hace maravillas; y eso ya lo tiene usted. Pero ¿no irá usted a llorar, mi querida Margarita?

LADY WINDERMERE.- No tema usted, duquesa; nunca lloro.

DUQUESA.- Hace usted muy bien, querida. Las lágrimas son el refugio de las feas y la ruina de las bonitas. ¡Agatha, querida!

AGATHA.- ¿Qué, mamá?

DUQUESA.- Di adiós a lady Windermere y dale las gracias por tu deliciosa visita. (Volviéndose otra vez hacia atrás.) Y entre paréntesis: muchas gracia por haber enviado una invitación a míster Hopper..., ese australiano tan rico y de quien tanto se está hablando ahora. Su padre hizo una fortuna enorme vendiendo no sé qué clase de conservas; pero él es muy interesante, y me parece que se interesa mucho por la conversación espiritual de Agatha. Claro que nosotros sentiríamos mucho tener que separarnos de ella; pero a mi juicio, una madre que no es buena madre no se separa de una hija todos los años. (PARKER abre la puerta del centro.) Y acuérdese usted de mi consejo: lléveselo de Londres lo antes posible. Es el único remedio. Adiós otra vez, querida. Vamos, Agatha.

(Salen la DUQUESA y LADY AGATHA.)

LADY WINDERMERE.- ¡Qué horror! Ahora comprendo lo que quería decir lord Darlington con su ejemplo del matrimonio que no llevaban más que dos años de casados. ¡No, no es posible!... La duquesa hablaba de grandes cantidades entregadas, sin duda, a esa mujer. Yo sé dónde Arturo guarda su libreta de cheques... Sí, en uno de los cajones de ese bureau. Si yo quisiera podría enterarme. ¡Ah, yo sabré!... (Abre el cajón.) No, no; debe ser algún error. Indudablemente... (Se levanta y se dirige hacia el centro de la escena.) Alguna habladuría estúpida. ¡Él me quiere! ¡Me quiere! Pero... ¿y por qué no mirar? Al fin y al cabo, soy su mujer; tengo derecho a hacerlo. (Vuelve al bureau, coge el libro de cheques y lo examina página por página. Al acabar, sonríe y exhala un suspiro de alivio.) ¡Estaba segura! ¡No hay una sola palabra de verdad en esa historia absurda! (Vuelve a dejar el libro en el cajón. Al hacerlo así, tiene un estremecimiento y saca otro libro de cheques.) ¡Otro libro!... ¡Personal!... ¡Y cerrado con llave! (Trata de abrirlo inútilmente. Echa de ver entonces un cortapapel del bureau, y con la ayuda de él corta la cubierta del libro.) ¡Mistress Erlynne!... 700 libras... ¡Mistress Erlynne, 400 libras!... ¡Oh, era verdad! ¡Qué horror! (Arroja el libro al suelo. Entra LORD WINDERMERE Por el fondo.)

LORD WINDERMERE.- ¿Qué, han traído ya el abanico? (Al dirigirse hacia ella ve el libro de cheques en el suelo.) Margarita, ¿tú has abierto a la fuerza el libro de cheques? ¡No tenías ningún derecho a ello!

LADY WINDERMERE.- ¿Te parece mal que te haya desenmascarado, eh?

LORD WINDERMERE- Me parece mal que una mujer espíe a su marido.

LADY WINDERMERE.- Yo no te he espiado. Hasta hace media hora no he sabido que existía esa mujer. Una persona compasiva tuvo la bondad de decirme lo que ya sabe todo Londres: tus visitas diarias a esa casa, tu absurda pasión, las enormes cantidades que te cuesta esa mujerzuela...

LORD WINDERMERE. - ¡Margarita, no hables así de mistress Erlynne! ¡Tú no sabes lo injusta que eres!

LADY WINDERMERE.- ¡Cuánto te preocupa el honor de mistress Erlynne! ¡Ojalá te preocupase tanto el mío!

LORD WINDERMERIL- Tu honor está intacto, Margarita. Tú no puedes creer un instante que yo... (Guardando de nuevo el libro de cheques en el bureau.)

LADY WINDERMERE.- Lo que creo es que gastas tu dinero absurdamente. Eso es todo. ¡Oh, no vayas a creer que es el dinero lo que me preocupa! Por mí, puedes tirar todo el que tenemos. No; lo que me asombra y me confunde es que tú, que me has querido; tú que me has enseñado a quererte, puedas pasar así del amor que se da al amor que se vende. ¡Eso es lo horrible! (Se sienta en el sofá.) ¡Me siento como degradada! Tú no sientes nada; pero yo me siento manchada, envilecida. Tú no puedes comprender lo odioso, lo repugnante que me parecen ahora estos seis últimos meses. Cada beso que me diste lo tengo ahora aquí quemándome la memoria.

LORD WINDERMERE.- (Yendo hacia ella.) ¡No digas eso, Margarita! ¡Tú eres la única mujer que yo he querido en el mundo!

LADY WINDERMERE.- (Levantándose.) ¿Quién es esa mujer, entonces? ¿Por qué has tomado una casa para ella?

LORD WINDERMERE.- Yo no he tomado una casa para ella.

LADY WINDERMERE.- Le has dado el dinero para tomarla, que es lo mismo.

LORD WINDERMERE. - Margarita, desde que yo conozco a mistress Erlynne...

LADY WINDERMERE. - Pero, ¿hay realmente alguna mistress Erlynne, o es un mito?

LORD WINDERMERE.- Su marido murió hace años. Está sola en el mundo.

LADY WINDERMERE.- ¿Sin ningún pariente? (Un momento de silencio.)

LORD WINDERMERE.- Sin ninguno.

LADY WINDERMERE.- Un poco raro parece.

LORD WINDERMERE. - Margarita, iba a decirte -y te ruego que me escuches- que desde que yo conozco a mistress Erlynne su conducta ha sido intachable. Si en otros tiempos...

LADY WINDERMERE. - ¡Oh, basta, basta! ¡No necesito detalles de su vida!

LORD WINDERMERE.- No voy a darte detalles de su vida. Lo único que quiero decirte es que mistress Erlynne fue en otro tiempo una mujer honrada, querida, respetada. Era de una gran familia, ocupaba una gran posición... Pues bien; lo perdió todo, renunció a todo si quieres. Esto hace el caso todavía más amargo. Las desgracias que vienen de fuera, de los demás, o del destino, pueden siquiera soportarse; son accidentes inevitables. ¡Pero sufrir por culpa propia.... ah, ésa es la verdadera maldición de la vida!... Además, fue hace veinte años. Era poco más que una niña. Llevaba todavía menos tiempo de casada que tú.

LADY WINDERMERE- Te advierto que no me interesa lo más mínimo esa mujer... Y creo que deberías de abstenerte de hablar de mí al mismo tiempo que de ella. Es una falta de tacto. (Se sienta delante del bureau.)

LORD WINDERMERE. - Margarita, tú podrías salvar, si quisieras, a esa mujer. Ella necesita volver a entrar en sociedad y necesita que tú la ayudes. (Acercándose a ella.)

LADY WINDERMERE.- ¿Yo?

LORD WINDERMERE.- Sí, tú.

LADY WINDERMERE.- ¡Habráse visto insolencia! (Pausa.)

LORD WINDERMERE. - Margarita, quiero pedirte un gran favor, y te lo pido, a pesar de que hayas descubierto lo que creí poder ocultarte siempre, es decir: que he dado cantidades bastante crecidas a mistress Erlynne. Necesito que le envíes una invitación para el baile de esta noche.

 
Páginas 1  2  3  4  (5)  6 
 
 
Consiga El abanico de Lady Windermere de Oscar Wilde en esta página.

 
 
 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
El abanico de Lady Windermere de Oscar Wilde   El abanico de Lady Windermere
de Oscar Wilde

ediciones elaleph.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
 
 
 

 



 
(c) Copyright 1999-2025 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com