Las dos chicas estaban metidas en la cama con la ropa puesta.
Junior tenía en el rostro una expresión cansada. Sacando pecho le dijo a Perla
que ellas estaban con él desde la noche anterior. Una era rubia y un poco más
alta que la otra, que era más morochita. ¿La edad? Posiblemente dieciocho. Perla
aseguró al juez que si las volviera a ver sin duda las reconocería. No eran
precisamente "refinas" -dijo haciéndole creer al juez que no las conocía-, no al
menos en su forma de hablar. Junior se estaba vistiendo, con un jean y una
camisa. No, una remera Midway, blanca; y botas. Como muchas otras veces Lucho,
esta vez fue Perla quien le aconsejó qué ropa llevar para la semana que iban a
pasar en Rosario.
-A los cinco minutos de hacer el bolso bajamos los cuatro
-agregó en el despacho del juez. El bolso era azul, marca Top Run. Antes de
bajar se despidieron de "Arancha Sánchez", la discreta y bajita señora que se
había resignado a ser llamada para siempre por un apodo. Y es que, pese a haber
trabajado para ellos durante muchos veranos en Pinamar, ninguno de esos chicos
hijos del poder conocía el nombre de pila de la mucama.
Junior les dio plata a las chicas para que se fueran a sus
casas en San Justo, contó Perla. Según una fuente, ambas estaban con él a bordo
de la camioneta en la que Perla y el custodio Barcelona seguían el vuelo del
helicóptero hasta que se estrelló en el maizal cerca de Ramallo. Las chicas
aparecerán después -aseguró la fuente- en una foto del funeral, publicada por la
revista Caras, junto a Perla y los amigos. ¿Hace diferencia que hayan
querido estar cerca de él hasta último momento? Tal vez no.
Pero si así fue, ¿por qué no lo dijo Perla claramente?
Como quiera que haya sido, lo cierto es que aquella mañana del
miércoles Junior subió con Perla a su camioneta Pathfinder negra y salió seguido
del Spirit blanco en el que viajaba la custodia. Tomaron por 11 de Setiembre,
doblaron en Federico Lacroze y bajaron hasta la avenida del Libertador; cuarenta
y seis cuadras hicieron hasta la calle Ayacucho. Pararon un ratito en el café La
Rambla, esquina Posadas, a setenta metros de la casa de Zulema.