¿Qué pidieron en una de las mesas de la vereda? Tostados de
jamón y queso, Coca-Cola y jugo de naranja. Después Junior subió a despedirse de
Zulema. A los cinco o diez minutos bajó, tiempo suficiente, según contaría su
hermana Zulemita, para decirle que pensaba ir con una chica en ese vuelo. Volvió
a la camioneta. Agarró uno de sus tres teléfonos celulares y llamó a su amigo
Lucho Pineda.
Lucho no lograría recordar, el 5 de octubre de 1996, en el
despacho del juez, si cuando llegó al departamento de Junior su amigo estaba en
la puerta o si ya se había ido. Lo que sí recordó es que enfiló con su moto
hacia La Rambla, y que cuando llegó se quedó ahí junto a César Perla y el jefe
de la custodia, el inspector Oscar Barcelona, cuyo nombre tampoco recordará. En
cambio, se acordó de que, desde dos o tres meses antes del accidente, Junior
recibía extraños llamados a su casa y al Movicom. No le decían nada. Pero se
quedaban escuchándolo del otro lado de la línea.
Cuando salió de lo de Zulema, Junior se subió al Renault 21
gris de la custodia y le dijo a Lucho que no quería ensuciarse yendo en la moto.
El amigo fiel alcanzó a ver en ese auto el bolso de Junior y también una valija
Samsonite gris metalizada llena de dinero -y tal vez otras cosas más- que él
mismo había ayudado a contar y fajar la noche anterior en el departamento de
Junior, antes de que éste lo guardara en la caja fuerte. Entonces empezó a
deshilvanarse el último de los hilos que ataban la vida del hijo del presidente
Menem. Antes de entrar en el Renault 21, Junior le pidió la agenda que estaba en
el interior del maletín. Así que antes de subirse a la moto rumbo a Olivos,
antes de que Perla y Barcelona se fueran en la Pathfinder y el resto de la
custodia en el Spirit blanco, Lucho volvió a ver los billetes crocantes,
tentadoramente nuevos.