-Ustedes salgan para Rosario -les dijo a media mañana el cabo
primero Bauer por la radio, tal como se lo había indicado el propio Junior
Menem.
Y salieron.
Era muy común que los policías cumpliesen al pie de la letra
las órdenes del hijo del Presidente. Jamás le cuestionaban nada. La única
directiva que tenían para cuando Junior volaba en helicóptero era dirigirse por
tierra hacia el lugar de destino. Nunca habían viajado a bordo.
Mientras Junior levantaba vuelo en el helicóptero rumbo a Don
Torcuato, los policías retiraron una batería para el "handy toqui" y pasaron por
el taller de Martínez, en donde habían quedado en encontrarse con su jefe, el
inspector Oscar Barcelona, siempre al frente de la custodia cuando Junior
volaba.
-Acaba de irse para Rosario -les dijo el mecánico Guillermo Aci
con toda tranquilidad-. Dijo que sigan que los encuentra en la ruta.
Serían las nueve y media, diez menos veinte tal vez.
A la altura de Zárate, Rodríguez vio un helicóptero rojo y
blanco cruzando la ruta hacia el lado del río. Los tres policías se quedaron
mirándolo durante unos tres, tal vez cinco minutos, a través de los vidrios
levantados. Volaba normal, no muy alto.
Sí, debía ser el de Junior.
Unos kilómetros después se encontraron con la Pathfinder negra
con vidrios polarizados donde iban César Perla y Barcelona, el hueco de un
neumático sostenido por el criquet de la gomería: habían pinchado.
-Acérquense, acá -les modulaba Barcelona desde el HT que tenía
en la Pathfinder, parado junto a ella, mientras les hacía señas con los brazos
para que lo vieran. Su voz sonaba metálica en la motorola del auto. Estacionaron
el Spirit junto a la camioneta.