El topo sostuvo en la boca un trozo de
madera fosforescente que brillaba como una brasa en la oscuridad y avanzó delante de Pulgarcita y de la rata, guiándolas por el largo pasaje. Al llegar al sitio donde yacía el pájaro muerto, el topo empujó el techo con su ancha nariz, la tierra cedió, y quedó abierto un gran boquete por el cual entró la luz del día. -En el centro del piso estaba una golondrina inerte, con sus hermosas alas plegadas, y la cabeza y las patas escondidas bajo las plumas. Era visible que la pobre avecita había muerto de frío, cosa que entristeció mucho a Pulgarcita, pues la niña sentía gran afecto por los pájaros que habían cantado para ella tan hermosas melodías todo el verano. Pero el topo hizo a un lado el animalito con sus patas torcidas y dijo:
-Ya no cantará más.
¡Qué triste ha de ser el haber nacido pájaro! Me alegro de
que ninguno de mis hijos vayan a ser nunca animales que no saben sino chillar:
"Pío, pío", y que siempre acaban muriéndose de
hambre en el invierno.
-Sí, todo eso es muy cierto, inteligente topo -exclamó la rata de campo-. De qué sirven tantos gorjeos si al llegar el invierno uno se hiela o se muere de hambre? Y sin embargo los pájaros son de ascendencia ilustre, tengo entendido.
Pulgarcita no respondió, pero
cuando los otros dos dieron vuelta la espalda, ella se inclinó sobre el
pájaro, apartó las plumas que cubrían la cabecita y le dio
un beso en los cerrados párpados.
"Quizá sea éste el que me cantaba tan dulcemente durante el verano -dijo-. ¡Cuánto me alegraba tu canto, preciosa avecilla!"
El topo volvió a cerrar el agujero por donde penetraba la luz del día y acompañó a casa a los dos damas.
Aquella noche Pulgarcita, que no
podía dormir, se levantó de la cama y entretejió una amplia y hermosa colcha de heno. Luego la llevó adonde estaba la golondrina muerta y la extendió sobre el cuerpo del ave, junto con unas flores de las que había en la habitación de la rata. La colcha era suave como de lana, y Pulgarcita la ajustó a cada lado del pájaro como si quisiera que éste pudiera tener algo de calor sobre la fría tierra.