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Londres era una ciudad cerrada, tenebrosa, muy distinta a La Haya. Vincent se sentía incómodo teniendo que descifrar las actitudes y los gestos, a veces altaneros y autoritarios, de sus habitantes, y esto lo llevó a refugiarse en su propio mundo. El trabajo era menos exigente que el que había tenido en La Haya y tenía bastante tiempo (para sí), que pasaba amenamente dando paseos, leyendo y escribiendo cartas. Las cartas a su familia contenían muchos detalles de su vida cotidiana durante los primeros meses de su estadía en Londres. Aquí la vida es muy cara: la pensión me cuesta dieciocho chelines por semana, sin incluir el lavado de ropa, y además tengo que cenar en la City. El campo es hermoso aquí, bastante diferente del de Holanda o Bélgica. Por todos lados se ven parques encantadores… El gusto natural de Vincent por la naturaleza lo llevó a encontrar placer en el ambiente que lo rodeaba, incluso en el suburbio en donde quedaba su pensión. El barrio donde vivo es muy lindo, y tan íntimo y tranquilo que casi te olvidas que estás en Londres. Al frente de cada una de las casa hay un pequeño jardín con flores o unos pocos árboles, y muchas casas están construidas con muy buen gusto, en una suerte de estilo Gótico, tengo una media hora de caminara hasta llegar al campo… También estaba su trabajo, el depósito lleno pinturas para adquirir, tasar y vender. Tuvo que acostumbrarse al nuevo ambiente así como aprender gustos y preferencias artísticas diferentes. Al principio, el arte inglés le resultó insulso. Le parecía casi irritante -un juicio apresurado, desdeñoso de su parte. Consideraba que los pintores ingleses eran inferiores y superficiales, y que sus obras, salvo honrosas excepciones, eran feas y poco interesantes. Paulatinamente fue cambiando de opinión, a medida que iba siendo seducido por la atmósfera de la propia ciudad de Londres, cargada como estaba de melancolía, suaves aromas y colores y matices de comportamientos reprimidos. Hizo varios descubrimientos: Un Hugonote y Ofelia de Sir John Everett Millais; Puritanos yendo a la Iglesia de Boughton; John Constable, Sir Joshua Reynolds y Thomas Gainsborough con sus espléndidos retratos de mujeres; y los ambientes históricos y mitológicos de las pinturas de William Turner.
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