Muchas veces, cuando planificamos un jardín incluimos especies que
alcanzarán su adultez en veinte años o más. Sabemos que tal
vez no podamos verlas en su máximo esplendor. Pero no importa. Si ellas viven,
nosotros, a través de ellas, viviremos. En cada brote, cada primavera, allí
estaremos.
En tanto, podemos disfrutar de nuestra tierra intentando
establecer con ella la relación más íntima de que seamos capaces. Retornar al
comienzo de la historia de los hombres, encontrándonos en una dimensión en la
que podamos comunicarnos y comprender nuestros signos. La Tierra, como una vieja
sabia y memoriosa, nos contará mil historias de sequías e inundaciones. De
malones y asentamientos. Descubriremos en ella el Génesis y nos contendrá hoy,
como una abuela apacible generadora de paz y de vida, salvándonos del
Apocalipsis.
Juntos trataremos de aprender a leer árbol, sin pensar en un
ser útil sólo por el fruto de sus ramas vivas o la madera de su tronco muerto, y
a entender por suelo mucho más que piso. Aprenderemos que no todo lo verde es lechuga o
decoración paisajística. Hay vida allí.
Tal vez hayan dedicado tanto tiempo a cuidar de sus plantas que
todos los conocimientos de jardinería que acá se mencionan los tengan
adquiridos. En ese caso estas páginas serán leídas por puro placer. Nosotras, en
tanto, habremos logrado lo que nos propusimos: escribir un libro de
amor.
María Marta Bunge y Nanda
Machado