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Prólogo
Este libro está destinado a los trabajadores. No fue concebido para ser sometido a una crítica literaria, ni tampoco a determinado círculo decadente de intelectuales que quieran florearse sobre la base de este paupérrimo trabajo: hablará muy mal de su “ética” profesional…Puesto que además, no poseo formación literaria, no me apego a ninguna renombrada academia ni normativa de términos o estilos; sólo escribo lo que veo, lo que mis ojos ven y lo que me dictan mi imaginación, mi conciencia y mis años vividos… Los cuentos son relatos escritos o de palabra, básicamente imaginarios; y la historia, la búsqueda de información. Es así que gracias al enriquecimiento de conocimiento producto de la indagación que recogí, pude alimentar mi fantasía, y escribir… Si bien la historia y el cuento, parecen antagónicos desde el sentido común, en un sentido más estricto pueden llevarse de acuerdo ya que más de una vez, nos han hecho el cuento con nuestra historia.
Advierto que en mí no va a andar esa famosa ecuación que dice que según cuanto se haya leído, cuantitativamente hablando, ése será el resultado de la producción de sus escritos… ya que no he leído nada, ni tampoco lo haré.
Como puntualicé, este libro está dedicado a los trabajadores que viajan en los furgones de los trenes y colgados de los colectivos, los de caminar agitado, de mirada extraviada y aliento ligero por su emergencia en el tiempo, por sus sinsabores, por la pasiones que ponen en los goles que gritan. Y en ese grito se oculta la desgarradora pauperización a la que están sometidos, y ése es también un grito de libertad que sale desde el pecho, para ésos que no conocen de cambio de hábito, aquéllos que sólo se someten en forma automática (no sin rebeldía a veces) a la rutina diaria de alienación permanente, sin saber (gracias a las religiones y las ideologías narcisistas) que cada minuto que pasa es irrepetible, único en toda su expresión. Y aquéllos que como yo fuimos vejados desde lo psíquico a lo corporal, que a priori somos putas; a aquéllos que son felices en un cumpleaños, o a los otros que tres años después de su jubilación se mueren sin que ésta les alcance para los remedios siquiera; a aquéllos que son argentinos, paraguayos, bolivianos o uruguayos… o la nacionalidad que más les guste, sin saber que la bandera es tan solo un trapo que sirve para enviar gente a la guerra, a ser asesinada por intereses económicos que sólo benefician al mismo sector que nos explota día a día… A todos los que marcha tras marcha, logran doblegar las imposiciones del Estado capitalista; también a ellos, que no conocen de desmayos y siguen luchando por un mundo mejor, un mundo de iguales (iguales en la diferencia pero iguales en lo material y en las relaciones humanas). A aquéllos que son los míos por ser los más: los más necesitados, los más maltratados, los más ignorados y engañados, como lo he sido y lo soy yo. La única nación que conozco es la de los obreros, ni patria ni bandera, sólo existe la clase obrera. A ellos vayan estas palabras en tinta negra sobre fondo de papel blanco… con la ilusión de compartir estos relatos. Este manojo de palabras surgió de las largas cavilaciones: a veces viajando en el tren Sarmiento, otras frutos de broncas, algunas producto de mis inseguridades. Pero todas tienen como base el amor a mis pares, los trabajadores. ¡A todos ellos, un fuerte abrazo! Lo importante de estos cuentos, es lo que usted haya podido imaginar a través de sus líneas, en un mundo donde nos venden todo resuelto, la imaginación se ha vuelto materia prima escasa y, en poco tiempo mas, será denunciada como arma subversiva y prohibida.
El Autor
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