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Fabuló entonces la existencia de siete mujeres hermosas (una por cada intento fallido de detenerlos) que luego, con los griegos, serán apodadas musas. Por boca de cada una el narrador cuenta una versión distinta del macabro hallazgo. Pero tal candidez es recompensada con un rotundo fracaso: cuando los hombres de la tribu regresan con el cuerpo preso del enemigo lo clavan vivo y bailan a su alrededor, hasta la madrugada. Después lo asaron y se lo comieron.
Esa noche, el narrador quiso desembrutecerlos narrando otra vez las viejas historias de caza. Cantó y bailó exacerbando valores y hazañas antiguas (abandono definitivo de la primera persona); trató incluso de seducirlos bautizándolos personas, seres vivos, personajes. Pero cuando ellos lo miraron con las mandíbulas chorreantes de sangre quedó estupefacto. No era para menos.
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Quién, que no era yo, te había marcado el cuello de esa forma
de Alejandro Margulis
ediciones Voyeur
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