-No amagués Juan... no vaya a ser
que se te escape la mano y rompás algún vaso. Mirá que al comisario no le gustan
los envinaos y te va a hacer calentar el lomo como la vez pasada. ¿Se te ha
enturbiao la memoria?
El pobre Sosa miraba al dueño del
hotel, que a su vez dirigía sus ojos maliciosos hacia los que me habían
mandado.
Juan le rogaba:
-Digalé pues que se vaya, patrón,
a este mocoso pesao. Es capaz de hacerme perder la pacencia.
El patrón fingía enojo,
apostrofándome con voz fuerte:
-A ver si te mandás mudar
muchacho y dejás tranquilos a los mayores.