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Son entonces los dedos los que física y de manera visible comenzarán la acción desde la tecla, y tenemos que sumar a los otros protagonistas que se conectan con ellos: el cerebelo, que hará coordinar todos los movimientos pero sin acción emotiva, y el cerebro, que da la orden del movimiento. Una verdadera sinergia, como lo indica su etimología del griego sinergia: todos los elementos trabajando en conjunto y cooperación, un trabajo o esfuerzo mancomunado para realizar una determinada tarea compleja y poder alcanzar el éxito final. Estos elementos son “externos” o visibles, como los dedos, la mano, el brazo o el teclado, e “internos” o no visibles, como los tendones, músculos, nervios, la máquina del piano, etcétera. Por eso denominamos a esta primera sección “Lo neurofisiológico: de los dedos al cerebro”. O sea, el estudio y análisis de todo lo que sucede desde las teclas hacia el cerebro, y en la sección siguiente, “Lo mecánico: de los dedos a los martillos”, analizaremos y estudiaremos lo que sucede desde las teclas hasta las cuerdas, porque es a través de la máquina del piano que llega a concretarse nuestra intención musical. El contacto del dedo en la tecla constituye el punto central, el eslabón que une los dos sistemas, el neurofisiológico “nuestro cuerpo” y el mecánico “la máquina del piano”, con la que en realidad interactuamos. Es en ese punto medio en el que convergen todos los conceptos y elementos de lo que constituye la técnica pianística. En el momento de la ejecución, todo lo que hemos aprendido y en lo que nos hemos entrenado se dirige como en un embudo hacia un sólo elemento: la tecla.Y son sólo tres las únicas decisiones que podemos tomar en ese punto de contacto con el primer elemento de la máquina:
1) Cuándo comenzamos a descender la tecla. Esta decisión responde al momento en que se debe emitir el sonido. 2) Con qué velocidad y aceleración y qué distancia del recorrido total descendemos la tecla. De esta decisión combinada depende la intensidad o “volumen” (a mayor velocidad en la tecla, mayor impulso en el martillo, y entonces mayor intensidad sonora, y viceversa) y el matiz tímbrico resultante (a distintas velocidades con las que el martillo impacta en las cuerdas variará el timbre porque será diferente también la intensidad de los armónicos). 3) En qué momento decidimos dejar ascender la tecla. De esta decisión dependerá la articulación, o sea, la duración del sonido (ligado, picado, staccato, etc.). Aquí debemos hacer hincapié en un elemento fundamental: la articulación o duración de un sonido no sólo depende del momento en que permitimos que la tecla ascienda, sino también de la velocidad con la que le permitimos ascender.
Esto sucede porque hay un elemento de la máquina que tiene un rol vital en la duración de un sonido: el apagador. Cuando permitimos que la tecla ascienda a mayor velocidad, menor será el tiempo en el que el apagador llega a las cuerdas para frenar su vibración, y viceversa: cuanto menor sea la velocidad con la que permitimos que la tecla ascienda, mayor será el tiempo transcurrido hasta que el apagador haga contacto con las cuerdas. En el primer caso el sonido durará menos, y en el segundo caso durará más. A modo de comprobación muy elemental, si separamos todos los apagadores de las cuerdas accionando el pedal derecho o de resonancia, por más que intentemos una articulación ligada o en staccato no habrá diferencia alguna. Las gamas de articulaciones dependerán siempre del tiempo en el que los apagadores no estén en contacto con las cuerdas. A este respecto, debemos tener en cuenta que más allá de que produzcamos un sonido ligado o staccato, el tiempo en que el martillo está en contacto con las cuerdas es siempre el mismo. Tenemos aquí ya otro ejemplo de lo valioso que resulta “pensar” en la máquina y sus componentes en conjunción con nuestra fisiología para producir la mayor gama posible de efectos sonoros. Empieza a vislumbrarse entonces la necesidad de desarrollar el nivel más alto de entrenamiento posible, en el que debe incluirse el estudio y la aplicación práctica de lo que podríamos llamar “sistema total”: nuestra mente y cuerpo, o sea nuestra neurofisiología, en conjunción con el elemento con el que como pianistas interactuamos: la máquina del piano.
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Consiga Al Piano: Mecánica y sonido de Daniel Goldstein y Manuel Fraga en esta página.
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