Concepto de entrenamiento
El estudio del piano debe realizarse no sólo desde el aspecto musical, estilístico, espiritual o intuitivo. Requiere un compromiso con el concepto del entrenamiento musical.
Este concepto incluye, como algunos de sus pilares, la comprensión del armado de la mano y de los movimientos corporales o neurofisiológicos que generan los cinco toques y sus distintos resultados sonoros; la verdadera función del “peso” —aclaremos que el peso es en realidad la acción de la fuerza de gravedad sobre un objeto—, que nos brinda la libertad y energía de nuestro toque; la importancia de la velocidad y aceleración en la bajada de la tecla y el recorrido que decidimos darle como factor principal de la producción del sonido; la sinergia de trabajo de la estructura muscular y la ingeniería ósea, y también un factor fundamental como lo es el conocimiento “práctico” de la mecánica del piano, ya que tocamos nuestro instrumento en forma “indirecta”. Como lo mencionamos antes, nuestra intervención “directa” es desde el cerebro al dedo que baja la tecla, pero no intervenimos en el momento de la emisión del sonido, o sea, el punto en que el martillo percute las cuerdas. Todo lo que sucede en la máquina del piano desde la bajada de la tecla hasta el momento en que el martillo se separa del mecanismo está bajo nuestro control voluntario (siempre que seamos conscientes del funcionamiento de la máquina), pero a partir del momento en que el martillo “escapa” del sistema que lo impulsa no podemos controlarlo más.
En síntesis, para disfrutar del entrenamiento debemos comprender, aprender y asimilar cada elemento en un verdadero sistema unificado.
Entendemos que incorporar en forma práctica este entrenamiento nos brindará los canales para poder expresar con más libertad el sonido que queremos producir en cada momento, para luego desarrollar nuestra percepción musical en la obra artística con todo nuestro conocimiento, información e intencionalidad emotiva y personal.
Como un árbol, que mientras crece hacia arriba (“lo visible”), sus raíces también lo hacen hacia abajo (“lo invisible”). En nuestro caso, la imagen “de los dedos al cerebro” nos permite desarrollar todas nuestras “ramas” y “hojas”, y la imagen “de los dedos a los martillos” nos permite desarrollar las “raíces”.
El resultado será el maravilloso avance de nuestra propia y genuina expresión musical, que por fortuna es infinita y continuará evolucionando a lo largo de nuestra vida.
La conciencia de lo “gravitacional”
El maestro Fausto Zadra (1934-2001) siempre insistía sobre un concepto fundamental en el estudio del piano: la conciencia de “lo gravitacional”, o sea, el movimiento de caída libre (“caduta”, en italiano) al liberar el peso del brazo.
La palabra “gravitacional” nos recuerda con toda claridad que el peso no es otra cosa que la acción de la fuerza de gravedad sobre un objeto. De manera que al liberar el peso del sistema —todo el brazo desde el hombro a la mano—, permitimos que la atracción de la gravedad genere un movimiento descendente, experimentado como caída libre.
Esta sensación de liberación y caída natural produce una energía que se manifiesta cuando tomamos contacto con el teclado. La mano armada sostiene y resiste esa energía (o sea, la administra según el efecto deseado), lo que a su vez permite que los dedos desciendan las teclas con la máxima eficiencia posible.
Para describirlo desde la anatomía, podemos mencionar dos energías importantes en lo gravitacional: energía pasiva y activa. La energía pasiva (sin movimiento) es el peso del brazo hasta el carpo (muñeca), que se traslada por lógica a la resistencia de los dedos. La energía activa (con movimiento) es la que realiza la yema del dedo con el músculo flexor profundo, en conjunción con la estructura ósea.
Decimos entonces que lo gravitacional es la “conciencia de energías” que se modifican a través de variables graduales tan importantes como la velocidad y la distancia (en relación a las teclas). Esta es otra forma de comprender que el factor decisivo para la producción del sonido es la velocidad de la tecla, con sus dos complementos también variables: la aceleración y el mayor o menor recorrido descendente de la tecla.
Estos tres factores —velocidad, aceleración y recorrido de tecla— tienen como objetivo final transmitir al martillo la mayor variedad posible de impulsos para percutir las cuerdas, porque es de esta enorme gama de posibilidades que depende nuestra más rica “paleta sonora”.
Desde lo neurofisiológico, la estructura que nos permite realizar esa acción de descender las teclas es la mano armada. Pero para lograr que dicha acción se traslade hasta los martillos con la mayor eficiencia posible es imprescindible ser conscientes también del funcionamiento de la máquina del piano: es sólo interactuando con ella que podemos crear la más variada gama de matices y efectos en nuestro sonido.