Sentóse el Convidado en una piedra,
sin poder elegir sino escuchar,
y así le habló el viejo Marinero
de llameante mirar:
-Fue saludado el barco, dejó el puerto,
alegremente iba la proa enfilando,
y así pasó la Iglesia y la Colina
y pasó y dejó atrás el alto Faro.
Salió por el Oriente el sol naciente
surgiendo desde el mar,
brilló y luego se hundió por Occidente
en el fondo del mar.
Y lucia más alto cada día,
pasando por el mástil a las doce.
Impaciente movíase el Convidado
porque oía el sonido del oboe.