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Ahora ninguna insignia decora su sencillo traje, y una corbata negra oculta las cicatrices de su cuello. Camina lentamente pero, sin vacilar, se dirige al lugar de la ejecución. El silencio impregna la atmósfera. Ningún ruido se escucha. Nadie habla. Ningún caballo relincha y un penetrante olor a estiércol vacuno y equino flota en el aire. Es un aroma muy apropiado para los tejes y manejes políticos de la Logia Tenebrosa que opera en el Río de la Plata.

En cada paso que da, se perfilan en su mente, como en secuencia cinematográfica, episodios de su tumultuosa vida. Un paso y recuerda cuando apresó en la Catedral de Santiago de Chile al godo Figueroa, sublevado contra la Junta de Gobierno trasandina. Otro paso y aparecen las imágenes de la acción de Nazareno, cuando fue herido en el cuello al cruzar el río Suipacha. Otro más y aparecen las batallas de Tucumán y Salta. Luego se suceden Marmarajá, Arerunguá, San Nicolás y El Gamonal...

Cuando llega al final de su recorrido, allí la división está formada en cuadro y el pelotón está preparado para cumplir con su tarea. Dorrego, con la amabilidad que lo caracteriza, saluda al oficial de la escolta con un afectuoso abrazo y le pide encarecidamente que transmita ese gesto al resto de la tropa. Como buen cristiano, fiel a la religión de sus padres, se pone de rodillas para recibir la absolución del cura Castañer.

Entonces exclama: "¿Cuál es mi delito? ¿Qué Ley me condena?" -el canónigo amaga darle una respuesta- .Pero no me diga usted nada. Mi Dios, a quien adoro, lo dispone. Esto basta. Su Santa Religión me protege y me fortalece. aprovechemos el tiempo. Pido perdón a Dios de mis miserias a los pies del Ministro de reconciliación."Una vez concluida la ceremonia, Dorrego se pone de pie y se dirige al punto en que debe ubicarse. El capitán Páez, jefe del pelotón de fusilamiento indica a un soldado que vende los ojos al condenado. El soldado respeta muchísimo a Dorrego, ¿Qué porteño no admira a este coronel, que allá en el año XX venció a los santafesinos aliados a los chilenos de Carrera y a los alvearistas, cuando amenazaban a la Gloriosa Buenos Aires?

 

 
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El Tribuno de la multitud - Tomo I: Un héroe argentino de Argentino Veraz   El Tribuno de la multitud - Tomo I: Un héroe argentino
de Argentino Veraz

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