Así la gente, ocupada ahora en otras cosas, acogió la
publicación con completa indiferencia. Y la crítica, durante todo un mes, no
hizo comentario alguno sobre la producción de Sergio Ivanovich.
Este hacía cálculos sobre el tiempo que pudieran tardar los
críticos en ocuparse de la obra, pero pasaron dos meses y el silencio continuaba
igual.
Sólo el Sievernij Juk, en un artículo humorístico que
trataba del cantante Drabanti, quien había perdido la voz, dijo algunas palabras
despectivas sobre el libro de Kosnichev. Tales palabras mostraban que la crítica
estaba ya hecha hacía tiempo, y que la obra había sido entregada a la burla
general.
Finalmente, al tercer mes, un periódico publicó una crítica del
libro.
Kosnichev conocía al autor del artículo: le había encontrado
una vez en casa de Golubzov.
Se trataba de un periodista joven y enfermo, muy audaz como
escritor, pero muy poco erudito y tímido en sus relaciones personales.
A pesar del desprecio que sentía por el autor, Sergio Ivanovich
comenzó la lectura de la crítica con el máximo respeto.
Era algo terrible. El periodista había interpretado la obra de
un modo imposible de comprender. Daba, no obstante, algunos extractos de ella,
escogidos con tal habilidad, que para los que no la hubiesen leído -y era
palmario que casi no la había leído nadie- resultaba evidente que la obra no
pasaba de ser un conjunto de palabras huecas a incluso empleadas inoportunamente
(lo que subrayaban los signos de interrogación), y que su autor era un hombre
totalmente inculto. Y lo peor era que el artículo resultaba tan ingenioso que el
propio Kosnichev no habría desdeñado emplear su ingeniosidad, que era lo que lo
hacía más terrible.