-Para eso está la criatura. Llegó la hora de darle la orden.
"Ya está -pensó Yehuda-. Lo he dicho."
La criatura. Su criatura. Su engendro. Yehuda bien lo sabía: en la
proposición que acababa de formular se jugaba el todo por el todo. Su criatura.
Su edénico hijo de barro, quien, desde su nacimiento en aquel lejano solsticio,
había sido rebajado durante décadas a la condición de un mero sirviente. Ya era
hora de que hiciera algo más que barrer la sinagoga y cumplir con tareas
domésticas más propias de mujeres. Yehuda lo había creado con otro fin, una
misión más viril: defender el barrio judío de Praga. Y ahora las acechanzas y
los embates del enemigo justificaban su verdadera utilidad.
-Llegó el momento, Majestad -insistió-. Pido que vos me autoricéis para darle
la orden.
-¿Darle la orden? ¿Cuál orden, rabbí?
-¡La de matar!
Rodolfo II de Habsburgo se desconcertó: tantas noches, tantas ilusiones
puestas en las confidencias recibidas por el amigo. ¿De qué le estaba hablando
ahora Yehuda? En su momento le había dicho que el muñeco era un ser inofensivo.
¿O aquel ocultista habría logrado algo más con sus experimentaciones? Convertir
su obra, convertir a su hijo en un asesino... ¡Hasta dónde había llegado!
¡Matar! No, Rodolfo no estaba seguro de si era prudente autorizar semejante
mandato, al menos como se presentaban las cosas.
-Yehuda -dijo-, si vos dais esa orden, yo deberé iniciar una investigación.
Investigación que exigirán diversas autoridades políticas. Y acaso sucedan cosas
que no nos agradarán a ninguno de los dos.
El rabbí apenas reprimió su enojo.
-Claro que saldrán a la luz hechos increíbles por su propio horror -dijo-. Y
eso os afectará especialmente, Majestad. La corte no os perdonará lo que
sospecha: vuestra relación con mi gente, vuestra afición a las Ciencias Ocultas.
¿Creéis que no saben para qué me citáis con tanta asiduidad? Por todos lados hay
espías que quieren exterminar hasta al último judío de Praga. Vuestra vida
también corre peligro. Y si a vos os acontece algo, se ensañarán con nosotros.
Pero para eso he extraído a mi criatura del fondo de las edades, la he convocado
de entre el barro primigenio. Aunque no estéis de acuerdo conmigo, a mi regreso
la prepararé. ¡Fue creada en defensa de mi pueblo, y a mi pueblo defenderá!