A los orgullosos, intelectuales franceses -y también de otros
lugares- que durante largos años y en contra de toda evidencia, habían
confundido a Stalin con Marx, y al sentido de la historia con el destino del
stalinismo, en lugar de responsabilizarse por el error cometido, les resultó
menos hiriente para su narcisismo, considerar que no eran ellos, sino la
historia misma la que se había equivocado, o mejor aún que no había sentido
alguno en la historia, o, al fin, que no había historia para nada. Su
escepticismo y su nihilismo estaban en proporción directa a su extasiada
devoción de ayer. En esa particular circunstancia estaba a mano una doctrina que
cuestionaba precisamente el concepto mismo de historia; el estructuralismo le
venía ya bien predispuesto, como esperando su demanda.
Por otra parte, y al mismo tiempo que se iba disolviendo el
mito del stalinismo surgían otros mitos políticos sustitutivos como el
tercermundismo, el maoísmo y el guevarismo. Por ese lado el terreno estaba
también preparado para el recibimiento triunfal de la antropología
estructuralista con su exaltación del "pensamiento salvaje", su idealización de
los pueblos primitivos, su rechazo de la universalidad, la unidad y continuidad
de la historia. El relativismo cultural, la primacía de lo particular sobre lo
universal, daban razones filosóficas a los nacionalismos, los fundamentalismos,
los populismos, los primitivismos, las distintas formas de antioccidentalismo,
el orientalismo, la negritud, el indianismo. Hay pues una sutil, secreta
coherencia en esa mezcla rara de filosofías académicas sumamente esotéricas e
iniciáticas con movimientos revolucionarios que pretendían expresar a masas
analfabetas y primitivas, aunque, en realidad, sus portavoces eran los
profesores y alumnos de aquellas mismas universidades de elite.
Ya hacia fines de la década del '70 esta corriente de
pensamiento comenzó a mostrar sus debilidades, el sólido edificio político en
que se apoyaba empezó a agrietarse. El paso del tiempo mostró lo ilusorio de las
expectativas suscitadas por los movimientos tercermundistas, incluidos los
guerrilleros. Después de su "Revolución Cultural" -clímax del irracionalismo del
siglo- China hizo un espectacular vuelco hacia Occidente. La integración
económica a nivel mundial, el apogeo del reformismo socialdemócrata, y el
desmoronamiento final de los capitalismos burocráticos de Estado llamados
"socialismos" son otros tantos procesos que dejaron sin base material a las
doctrinas que exaltaban los particularismos antiuniversalistas y proclamaban el
fin de Occidente.