Las izquierdas pasaron a ser las derrotadas en este giro de la
historia, cuando en realidad les hubiera correspondido a ellas, por derecho
propio, dar la batalla contra las expresiones del irracionalismo y del
relativismo tanto en la teoría como en la práctica. Tenían para apoyarse su
propia tradición clásica, la de Hegel y Marx, que constituyeron la culminación
del racionalismo occidental. Por tratarse de autores a los que hoy pocos se
animan a reivindicar, debo aclarar que me refiero por cierto a un Hegel muy
distinto del precursor del totalitarismo que quieren presentar sus críticos
liberales, y a un Marx que nada tiene que ver con el que imaginan sus
adversarios, y menos aún con el de quienes se llaman marxistas en nuestro
tiempo.
Las izquierdas no pudieron recoger la herencia de su
prestigiosa tradición porque gradualmente, a partir de 1930, la habían
tergiversado hasta hacerla irreconocible -a través del stalinismo-, o en el caso
de la nueva izquierda de los años '60, la habían abandonado, lisa y llanamente,
para pasarse, dejándose llevar por la moda, a las corrientes irracionalistas
opuestas al pensamiento crítico y dialéctico, en un intento enloquecido de
sintetizar a Marx y a Nietzsche.
Los escasos esfuerzos que se hicieron desde la izquierda para
atacar el pensamiento irracionalista identificándolo con la derecha Política
-El asalto a la razón de Georg Lukács o El pensamiento de derecha
de Simone de Beauvoir-, pese a sus aciertos parciales mostraron serias
limitaciones, en un caso por adoptar una perspectiva igualmente irracionalista
como era el stalinismo, en el otro por no advertir que muchos de los mitos que
se condenaban en el pensamiento de derecha, eran compartidos también por la
izquierda.
La degeneración de las izquierdas en la segunda mitad del siglo
XX hizo que la crítica al relativismo cultural fuera abandonada en manos de
algunos liberales, a veces simplemente conservadores, como Karl Popper, Alan
Bloom o Jean François Revel. Aunque coincido con estos autores en un punto
particular -la crítica del relativismo cultural-, no me identifico con el
conjunto de sus ideas, y aun el acuerdo se debe a diferentes razones. Sería, por
lo tanto, un paralogismo inferir de un solo aspecto en común la concordancia con
el conjunto.