Por otra parte esta coincidencia tiene también sus razones
históricas. Del mismo modo que la izquierda autoritaria suele coincidir con el
fascismo -los une el odio común a la democracia política y a la libertad
individual-, un auténtico conservadorismo, que tome en serio la tradición del
humanismo clásico burgués y se oponga al fascismo y a todo nihilismo de derecha,
puede estar más cerca de una izquierda democrática que no niega esa tradición
sino que quiere superarla, en el sentido dialéctico de conservar parte de lo que
se cambia.
¿Desde qué perspectiva criticar a las izquierdas y a las
derechas, a lo uno y a lo otro? En otra parte me definí como un marxista
proscripto, un militante sin partido, un socialista solitario. Soy, no obstante,
consciente de los peligros que esta posición implica: el delirio de presunción
del "alma bella", la tentación del profeta que se retira a lo alto de la montaña
para imprecar desde allí a los hombres que actúan. Hay que desconfiar de la
originalidad absoluta, nadie piensa en el vacío, todo pensamiento es expresión
de su tiempo y ningún hombre puede jamás escaparse totalmente de su época. Las
ideas contra la corriente, forman a su vez parte de otras corrientes, sólo que
éstas permanecen subterráneas, ocultas o dispersas, pero están destinadas a
aparecer, a hacerse notar en el momento en que la situación madure. Las ideas
que aquí se exponen ya están en el aire; por aquí y por allá aisladamente, van
apareciendo expresiones de esas contracorrientes, con las que puedo sentirme
afín, en algunos aspectos: Habermas, El discurso filosófico de la modernidad;
Marshall Bermann, Todo lo sólido se desvanece en el aire; Agnes
Heller y Ferenc Feher, Anatomía de la izquierda occidental; Alain
Finkielkraut, La derrota del pensamiento; y seguramente muchos otros que
están escribiendo en estos momentos en distintas partes del mundo y que
desconozco.
Algunas de las ideas que ahora comienzan a aflorar fueron
esbozadas en mis libros anteriores, en épocas en que era difícil sostenerlas
porque lo que se criticaba no era tan evidente como lo es hoy. Debo reconocer
que me he concentrado obsesivamente durante treinta años sobre los mismos
problemas, y este libro intenta ser una síntesis abarcadora, un punto de
llegada, aunque sólo sea un nuevo punto de partida. Esa persistencia de temas e
ideas, pese a los muchos cambios a lo largo de mi evolución intelectual, más que
discontinuidades y rupturas, muestra un proceso de profundización de un
pensamiento que estaba en germen desde el comienzo.