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Sorprendido por la audacia y el descaro del joven de animarse a hacer tan singular pedido, el mago lo observó con atención y, luego de reflexionar en silencio, le preguntó: –¿De verdad lo deseas? –Sí, mucho –contestó Gabriel. –Está bien. Te complaceré. Pero te advierto que no te será fácil. Tendrías que sortear obstáculos y superar pruebas –le dijo y volvió a preguntar–: ¿De verdad lo deseas? –¡Sí! Lo deseo de verdad –respondió Gabriel. –¡Pues bien! –dijo el mago–. Mañana buscarás a tu mejor amigo y le contarás lo acaecido. Luego, bien entrada la tarde, ambos partirán y se internarán en la espesura del bosque hasta dar con un claro en donde alguien les indicará cómo proseguir. Por cierto, tendrás que llevar una piedra de cuarzo que será la contraseña. –Pero... ¿Quién nos indicará cómo...? –Lo sabrás a su debido tiempo –lo interrumpió el mago dejando la pregunta sin respuesta, para luego proseguir su camino en medio de la pompa floral con su andar solemne. En ese momento se interrumpió el sueño de Gabriel, que continuó durmiendo, inquieto, hasta el amanecer.
Por ser época de vacaciones, Gabriel había pedido permiso a sus padres para pasar una temporada en la casa de su amigo Axel. Era la ocasión propicia para compartir sus andanzas, pues disponían de mucho tiempo para el esparcimiento. Según estaba planeado y luego de despedirse de su madre, Gabriel partió hacia la casa de su amigo que se encontraba también en el linde del bosque. Sentía ansiedad por llegar cuanto antes para contarle el sueño que había tenido. Estando casi al punto de arribar, Axel le salió al encuentro. –Te he estado esperando –le dijo–. ¡No te imaginas el sueño que tuve anoche! –Y tú tampoco te imaginas el que tuve yo –respondió Gabriel. Luego de entrar a la casa, después de saludar y cuando quedaron a solas, empezaron a dialogar acerca de lo que habían soñado.
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