
2.
LA PALOMA MENSAJERA ATACA DE NUEVO
Con un poco de talento y ganas, cualquiera puede escribir. Sobre todo,
si cuenta también con una fuerte dosis de sensibilidad, condimentada
por buenas lecturas y contaminada por los vaivenes de la vida. Hoy la
escritura ha regresado. Gracias a las modernas tecnologías, escribir
volvió a ser una necesidad cotidiana. El fax y el correo electrónico
han cambiado los hábitos de la humanidad. Y
es muy probable que, mediante la redacción de algún email, muchos de
ustedes hayan descubierto en sí mismos cierta capacidad para poner sus
cosas por escrito y llegar al otro.
Sienten
fuerte rechazo o afecto por tal o cual profesor y se lo cuentan a un
amigo en una carta. Conocen a una persona que les gusta —que les gusta
mucho— y le escriben para invitarla, por ahora, a estudiar… Si ponen
todo el corazón en la escritura, nos atrevemos a decir que cualquiera
de esos dos hipotéticos mensajes será un escrito vívido, relevante,
único y personal. Aunque esas líneas aún no sean literatura (y ya tendremos
más de una oportunidad de ver qué es literatura), por algo se empieza.
- Escríbanle
un e-mail o una carta a un amigo real o inventado. Acá tienen algunos
temas posibles (aparte de los que a ustedes se les ocurran, por supuesto):
-
Coméntenle lo que piensan acerca de un hecho (puede ser algo que
les pasó en casa, en la calle, en la escuela, en un baile).
- Cuéntenle
un chisme (acerca de alguien que los dos conozcan).
- Pídanle
algo prestado (un CD, un vestido o zapatos para una fiesta).
- Denle
instrucciones (para bajar algo de Internet, para viajar a una
quinta, para preparar un examen o un trabajo práctico).
- Felicítenlo
por un hecho (o conduélanse).
- Aconséjenlo
(piensen que su amigo no se siente del todo bien: está lejos y
extraña, o acaba de vivir una situación difícil).
- Avísenle
algo (se canceló un recital, hay un virus nuevo, se estrenó la
película que tanto esperaban, salió el último libro de Harry Potter
o Stephen King, un conocido personaje del colegio prepara una
barbaridad escalofriante).
Tal
vez Ernesto Sabato tenga razón, y hoy estemos viviendo lo que
él llama “El Tiempo del Desprecio”. No le demos el gusto a una
época así: acuérdense de comenzar toda comunicación con un encabezamiento
amable —Querido o Querida, Estimado o Estimada; o, ¿por qué
no?, un simple y cordial ¡Hola!—. Al final, no olviden despedirse...
Y jamás dejen de contestar los mensajes que hayan recibido.
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