Como dijimos más arriba, por algo se empieza. Y las pruebas abundan. Conocemos a una escritora que comenzó a hacer taller literario con la intención de mejorar sus cartas: un amigo residente en Estados Unidos se lo aconsejó. Pero, a las pocas semanas de lanzarse a trabajar su estilo, ella fue la primera en alarmarse: inventaba situaciones, ponía a dialogar a personajes ficticios, describía lugares inexistentes… Se estaba convirtiendo en una narradora. Buscaba agua pero encontró petróleo: sus cartas dieron paso a muchos relatos que dejan con la boca abierta a más de uno. Y es muy posible, quién sabe, que lo mismo suceda con ustedes.
3. EL PASADO QUE VUELVE
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